El convento de Madre de Dios fué construido en 1531, destruido en 1936 y reconstruido en 1971. A finales de 2009 se encuentra en desuso.
Además de ser la referencia única durante siglos de la espléndida zona de huertas de Logroño junto al Ebro y de su urbanización posterior, es la última pieza histórica extramuros de una ciudad que, como la mayoría de las ciudades españolas, se configura en la advocación espiritual y la vecindad de sus conventos. Hasta el 25 de marzo del 2.008, once monjas de clausura de la orden de las Concepcionistas Franciscanas vivían en este edificio que, en apariencia, parecía bien conservado. Pero de la ruina sólo se salvan, y medianamente, la fachada y la iglesia anexa. Los técnicos municipales que visitaron el convento se quedaron sorprendidos al comprobar su lamentable estado de conservación. Todos se hacían la misma pregunta: ¿Cómo han podido permanecer tanto tiempo once mujeres, la mayoría de avanzada edad, en estas condiciones?. La verdad, era imposible seguir viviendo ahí», reconoce la madre María Jesús. Hace unos años, en 1999, conocimos que finalmente íbamos a tener que abandonar el convento y desde entonces, sólo acometíamos pequeñas obras. Pensamos que no podíamos gastar mucho dinero en arreglar las cosas que se estropeaban, agrega la religiosa. Pero durante los años, los problemas se multiplicaron. Aparecieron goteras y grietas, se abrió la tela asfáltica (que aislaba sus estructuras), se desgastó la piedra de los claustros... A todo ello, había que sumar defectos estructurales del edificio: las monjas no tenían calefacción (utilizaban radiadores o simplemente, se abrigaban más), el agua caliente fallaba con demasiada regularidad y el gas sólo se usaba para cocinar.

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